No hay más palabra dicha
que aquella que ha callado.
Piedra que cae en el agua de un aljibe.
El norte está hecho de silencio.
Los pájaros que vuelan
en el cielo del cuadro Los cazadores en la nieve
son unos silenciosos cuervos negros.
El invierno es silencio, garrapata
prendida inmóvilmente de la carne de un preso.
El preso que camina inmóvilmente
a lo largo de su celda a lo largo del invierno.
Todo es silencio y fuerza. Flor negra contenida
antes de florecer.
Los carceleros golpearían las rejas
en mitad del sueño,
llevarían a alguno de nosotros
para hacerlo morder en las perreras,
nos atarían las manos a la espalda
a la hora de acostarnos,
nos patearían la lata de mear,
pero el silencio continuaba, impávido y profundo,
dulce como una horca,
lar
go como un olvido imposible de olvidar.
Si me dices te quiero
guardo silencio, miro
la crueldad del viento meciendo un abedul
y la absoluta falta de palabras
en el medio del parque.
Hay palabras y hay ojos llenos de periodismo,
dicen y miran sólo lo publicable.
En otro invierno, otro país, son otros
pero el silencio es siempre el mismo,
la misma forma de saber, la misma voz
de piedra en el agua de un aljibe.
Sin el vacío no hay paso y sin silencio
no hay significado.